Los problemas que acarrea el no calibrar mis tendencias totalitarias:
Y para terminar, un artículo que me abrió la mente:
Que tengan ustedes un buen día, no se ahoguen con las uvas y no olviden madurar su cultura underground.
Éste tema, de ingente actualidad, es como tantos otros sobre los que se levanta un debate superficial y mediatizado por a esa pátina resbaladiza que forman las ideas acumuladas por herencia ancestral, que parecen legitimadas por el hábito. No olvidemos señoras y señores que este hábito perfila y nutre la base empírica de la ciencia.
Recientemente se ha hablado de transformar el lenguaje y determinadas leyes para proporcionar de igualdad laboral y social a la mujer y para hablar de todo esto, lo siento por si se aburren, pero tenemos que hacer mínimos apuntes sobre ese gran enigma: el género.
El género, más allá de una clase gramatical, es una categorización cultural sobre una distinción física: el sexo. Es decir, en base a estas distinciones naturales por sexo: macho/hembra, que sólo entrañarían como diferencia fundamental la fuerza y la capacidad de procrear, se ha creado un sistema de asociaciones culturales para dichos sexos: lo masculino y lo femenino. Estas asociaciones no son rasgos inherentes a los seres humanos sino que se crean por sistemas de valores variables según la cultura que los genere.
Lo tendencia más extendida, llámese patriarcal, es que se asocie lo característicamente humano: inteligencia, racionalidad, libertad, espiritualidad, o el dominio de la naturaleza, con lo masculino. No cierren aún la página porque en realidad esto tiene que ver bastante con la división del trabajo por sexo.
A partir de aquí vemos que se asocian desigualmente ciertas cualidades o disfunciones a lo masculino y lo femenino. Por ejemplo: en base a la maternidad se establece que la mujer tiene dotes para los cuidados pero entraña debilidad física. Asociaciones esencialistas que derivan en que a las mujeres se las emplee en el sector de la limpieza, la enfermería, la enseñanaza, el trato público (esto responde también a otras cosas). Estas asociaciones se retroalimentan con los comportamientos aprendidos, los temperamentos mediados por las mismas relaciones sociales y, tienen en la enseñanza el factor clave de esta futura empleabilidad.
Que haya más chichas en humanidades que en ciencias es producto de esto; que éstas desarrollen el lenguaje a menor edad, afectividades mayores, se acicalen hasta la mutilación o que no se decanten por trabajos que exijan ejercicio físico son consecuencias de ese constructo artificial llamado género.
Se burla mucho esa agencia que limpia, fija y barre el suelo con la lengua castellana de la propuesta de usos paralelos de los términos aplicando el masculino y femenino sistemáticamente (que ya vemos que no son sólo categorías lingüísticas) a los todos sustantivos que dominan el habla cotidiana. Digo que esta entidad barre el suelo con la lengua castellana porque abraza extranjerismos cuando ya existen palabras para dichas designaciones en nuestra lengua; porque admite jergas que se imponen con el uso generalizado; porque acoge eufemismos que se reinventan constantemente para evitar la carga connotativa que tienen muchos empleos, enfermedades o situaciones como la muerte o el parto, pero claro, decir azafato (ya me lo señala el corrector ortográfico) es una abominación, ¿verdad?
Se transforman constantemente los términos para designar los puestos laborales de connotaciones con carga negativa: técnico reponedor de productos lácteos para decir lechero o técnico de servicio de limpieza (urbana) para decir: barrendero o limpiador.
Se pasa del decir decimonónico demente, a deficiente mental cuando lo que técnicamente se define como imbécil: retraso mental definido por un cociente intelectual comprendido entre 20 y 50. Se toleran las cursilerías pero no supuestas horteradas como azafato.
Las propuestas de reforma lingüística buscan principalmente que hombres y mujeres no se encuentren en desventaja en los sectores en los que habitualmente no son protagonistas. Las principales políticas de igualdad se encaminan a que se cree una cuota de empleo de un tanto por ciento obligatorio, reservado al sexo menos representado en dicho sector (de la misma forma que se hace con los discapacitados). Por este camino los empleos como azafata con la casilla de “varón“ marcada pasarían a ser “azafato”, “doctora”, “bedela” o “amo de casa” y tan tranquilos. Y esto no es tan raro señores; Baroja ya aplicaba esta regla sin darse cuenta escribiendo ingeniera cuando ésta no estaba reconocida.
Ahora bien, esto no causa tanto problema en las lenguas declinables o de nueva factura como el euskera o el alemán, pero si queremos ponerle trabas porque nos resulta terriblemente incómodo e irracional (cuando la regla está ahí y ya la aplicaba Baroja con sus “ingenieras” del siglo pasado). Principalmente es una cuestión de hábito.
Así podríamos seguir con los permisos de paternidad, la ruptura de los llamados techos de cristal en las esferas de poder para las mujeres, etc…Pero eso es aún más difícil y por ello se crean las políticas de paridad: en puestos de gran relevancia y a ser posible públicos, se prefiere la paridad para dar ejemplo a la sociedad. En labores de alta especialización, a mi juicio no debe ser el sexo un factor determinante, pero ya que las reformas no comienzan nunca desde abajo habrá que empezarlas por algún lado.
Parecerá una tontería, pero si cada vez que una mujer alcanza un puesto de superioridad laboral se justifica su ascenso con un “satisfactorio ejercicio de rodilla”, tal vez las medidas drásticas sean lo más oportuno.
Desde hace el curso pasado se ha puesto en práctica en el sistema universitario una nueva pauta de evaluación de los profesores gestionada por la ANECA. El alumno que preste dicho servicio de “seguimiento de la docencia” era recompensado anteriormente con un maravilloso curso de verano en Escorial con un tío tan majo como Rouco Varela; ante el estrepitoso fracaso éste año se regala Un Jugoso Crédito de Libre Configuración.
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Según informaciones emitidas desde el profesorado, y no sé si por tanto dudosas, el estudio se hace sobre un único encuestado de cada 500 alumnos por facultad), por lo tanto: ¿carreras minoritarias como filología italiana podrían tener 2 encuestados? No sé si será cierto porque no se cubriría la plantilla de profesores; en cualquier caso, da la casualidad de que los encuestados del pasado curso dieron unos resultados radicalmente contrarios a los balances (sin incentivos) según el sentido común de la mayoría de pupilos.
Es algo así como las encuestas preelectorales o la democracia representativa: yo dejo en manos de u tarugo-a la gestión de absolutamente todo y luego me como con patatas lo que decidan.
No nos hincharía la vena de la oreja si no se regalara otro crédito de libre configuración a los alumnos que participen en las encuestas de elaboración de ECTS. Si esta es la estrategia de elaboración de los planes de asignaturas (en base a unas encuestas realizadas a personas con tan pocos escrúpulos) me temo que sí se implantará definitivamente el modelo de Universidad Americano y no el Suizo, ni el Alemán, ni el Inglés… en el cual el profesor-a se convierte en una suerte de show-man que debe atraer alumnos a sus clases (en función del número se fijará su salario) y que además tendrá que mantenerlos convenientemente contentos, que no educados.
Evidentemente, esto es noticia porque al otro lado del charco ni la gente lee, ni se publica a Chomsky más de lo que la libertad de expresión e imprenta obliga (que no es mucho), pero en esta otra orilla que está llena de depravados y maleantes, uno se busca cualquier excusa para curiosear doctrinas políticas nefastas y leer lo que se cuchichea del vecino.
Y es que éste profesor de Massachusetts y recalcitrante anarquista se dedica a destapar en sus libros los mecanismos de sostenimiento de la injusticia social y la dominación mundial que lleva poniendo en práctica la generalidad de las políticas occidentales desde el siglo XVII (yo diría que toda la Historia de la humanidad, pero es que aquí hablamos de Capitalismo), y que en particular, aplica con especial constancia y fijación la política estadounidense.
En éste volumen llamado: El beneficio es lo que cuenta, se nos presenta el particular funcionamiento de la democracia neoliberal partiendo de las antiguas democracias parlamentarias y colonialistas europeas y la aplicación de dichos preconceptos en la democracia "liberal" actual. Es decir, somos negreros con pc´s y t-shirts en lugar de casacas y látigos pero todavía no nos hemos dado cuenta de que en el juego de los poderes electos no pintamos nada. Eso de “no pintamos nada” vendrá aclarado más adelante por esa teoría de rojos comunitas disfrazados de verde (ecologistas) que se difundieron en los 60 (por aquello de Vietnam y los hippies y la energía nuclear, y la guerra fría, y mayo del 68 y muchas otras cosas que a nadie le interesarán jamás porque a la hora de hablar de papeletas bastante tenemos con elegir entre PP y PSOE y convencernos de que lo hacemos BIEN). Piso el freno, que me voy por los cerros de Úbeda y lo que yo venía a decir es que después de tantas reglas económicas basadas en la libre circulación de capitales a lo largo del globo, la libre competencia y los tratados de paz para que los negocios sigan su curso tienen sus excepciones, y que la ley de la oferta y la demanda no siempre beneficia al consumidor. De hecho no le suele beneficiar nunca. El desarrollo tecnológico no libera al trabajador de una jornada excesiva o labores extremadamente duras, equilibra las desigualdades o ahorra energías necesarias para el futuro. No señores, nada de eso ocurre porque el beneficio es lo único que realmente cuenta.
Es por eso que “invertir” en otros países, trasladar las centrales de trabajadores a otras regiones del globo y comerciar sin fronteras no beneficia sino a los traficantes de moneda y no a la economía de la tierra receptora de dichas nuevas y fantabulosas factorías, símbolos del progreso que jamás alcanzarán; ni los empleados que se destinen a sus negocios recibirán el sueño de las condiciones laborales propias de los agonizantes “estados de bienestar” (porque para eso se han trasladado a países con “derechos” tercermundistas) y sus productos no competirán en las mismas condiciones que los occidentales en el mercado exterior.
Después de este pequeño resumen de pautas de la economía mundial, (no nos vamos a poner a dar un mitin ahora que tengo que prepararme el café), viene la parte en la que no pintamos nada:
No vamos a hablar del complejo sistema de la democracia directa ateniense, que además de ser harto complicado de recordar ahora, conllevaba eso que siempre parece inevitable: la explotación de colonias; hablaremos de los principios más básicos y sencillos en que se establece la democracia y de cómo ahora se van diluyendo en la nueva mente demócrata mundial dominada por el TERROR.
Lo principios básicos de toda democracia son (a ver si estamos todos de acuerdo): 1; el principio de soberanía popular. Hasta aquí todos de acuerdo. Ahora bien, éste se ejerce a través de la 2 libre expresión sobre el poder y 3 la posibilidad de cambiarlo en unas elecciones. Sencillo, ¿verdad? Pues bien, supongamos que tenemos una presión social que desvía constantemente la atención del poder hacia la seguridad. En estados de excepción el Gobierno se tomaba libertades impropias sobre el funcionamiento de la nación: se suspendían las elecciones y la mayoría de los derechos, como por ejemplo: expresión, reunión, desplazamiento. Eso es la guerra declarada por el Estado a un enemigo determinado en una crisis momentánea. Supongamos que esa crisis es permanente y no tiene un enemigo con una nacionalidad concreta sino que éste se extiende, por ejemplo, a todo el mundo conocido que no tiene nuestro sistema de democracia liberal. Sólo por poner un ejemplo: Cuba y Vietnam en los 60, Rusia hasta los 90, China, Corea, y en estos momentos: Irak, Irán, Palestina y por extensión todo el mundo musulmán no accidentalizado. Supongamos que la amenaza se ha manifestado como real, y no se mantiene latente (guerra fría) y los gobiernos se toman ciertas licencias de intromisión y de anulación sobre los derechos de la población: registro de las comunicaciones, intercepción de las mercancías, de los desplazamientos, que nos lleva a la pérdida de la libertad de expresión, intimidad, movimiento… A estar constantemente vigilados, en definitiva, con lo que cualquier crítica al poder puede ser un signo manifiesto de posicionamiento junto al ENEMIGO, antipatriotismo, insolidaridad, etc,…
Si se acaba con la posibilidad de fraguar una opinión contraria, cómo se podrá motivar el cambio de gobierno o la defensa de los derechos políticos cuando una causa de fuerza mayor actúa sobre el conjunto de la población. Dichos planteamientos se tacharían de partidistas, repito: insolidarios, desleales. Justamente como está ocurriendo al otro lado del charco, y más cerca. Si el estado de guerra o de terror es permanente, los principios democráticos básicos quedan anulados.
Por otra parte, todo lo antedicho es algo además de ingenuo, fantasioso, porque como se ha mencionado antes: son los negocios los que priman en las decisiones políticas, no los virajes de opinión ciudadana. Obviando que el sistema democrático en sus conceptos básicos no se cumple por la presión psicosocial ejercida, pasaremos a decir, que en el resto del sistema ocurre exactamente lo mismo. Desde hace décadas se viene advirtiendo de que los oligopolios de multinacionales, los monopolios (tan contrarios a la libre competenciaen en un mercado global) se estaban haciendo con la dirección de las administraciones estatales. Esto ocurre debido a que, independientemente de que el Estado esté a servicio de la economía neoliberal, son las multinacionales las que cotizan en el senado y realmente producen el turnismo de las democracias liberales. Los partidos no realizan políticas sociales contrarias a los intereses económicos de las empresas, ya sean estos de centro, de derechas o de izquierdas. Y suele ocurrir que los mismos integrantes de las formaciones se enlazan con algún tipo de empresa, corporación de tintes más económicos que políticos.
Y ahora diremos ¿y para saber eso tengo que leer un libro? Pues la verdad es que sí, porque el resto de moscas cojoneras sólo sobrevuelan nuestras cabecitas en momentos de enojo antisocial o parecido y porque la mayoría de humanos que nos rodean a penas tienen otro medio de información real que la TV y si bien es cierto que leer cada día se le hace a la gente más difícil, el gestar su propia opinión sobre los hechos, también, de modo que un mínimo ejercicio de abstracción mental every now and then no nos vendría mal a ninguno.