domingo, diciembre 31, 2006

Ese sexy norteño

Apresuradamente, ahora que ya he atendido a todas mis labores domésticas paraconelgatodemihermana,(que es un señorito él) me puede la nostalgia y creo que no voy a resistirme a hacer una de esas entradas de mierda sobre "lo mejor del 2006", especialmente dedicada a recuperar aquello que ahora va quedando medio olvidado en ese otro diario.


Sabiduría popular en el ars celtiberis de expendeduria: Luis Carandell



La "Adoración" de Alfred Kubin o de la crisis del arte con la psicosis bohemiokafkiana (valga la redundancia). Algunos estamos tan contentos.




Los problemas que acarrea el no calibrar mis tendencias totalitarias:




Y para terminar, un artículo que me abrió la mente:

"vea chicas salpicadas de semen, demasiado estúpidas para hacer algo mejor"



Que tengan ustedes un buen día, no se ahoguen con las uvas y no olviden madurar su cultura underground.




martes, diciembre 12, 2006

Políticas de Igualdad

Éste tema, de ingente actualidad, es como tantos otros sobre los que se levanta un debate superficial y mediatizado por a esa pátina resbaladiza que forman las ideas acumuladas por herencia ancestral, que parecen legitimadas por el hábito. No olvidemos señoras y señores que este hábito perfila y nutre la base empírica de la ciencia.

Recientemente se ha hablado de transformar el lenguaje y determinadas leyes para proporcionar de igualdad laboral y social a la mujer y para hablar de todo esto, lo siento por si se aburren, pero tenemos que hacer mínimos apuntes sobre ese gran enigma: el género.

El género, más allá de una clase gramatical, es una categorización cultural sobre una distinción física: el sexo. Es decir, en base a estas distinciones naturales por sexo: macho/hembra, que sólo entrañarían como diferencia fundamental la fuerza y la capacidad de procrear, se ha creado un sistema de asociaciones culturales para dichos sexos: lo masculino y lo femenino. Estas asociaciones no son rasgos inherentes a los seres humanos sino que se crean por sistemas de valores variables según la cultura que los genere.

Lo tendencia más extendida, llámese patriarcal, es que se asocie lo característicamente humano: inteligencia, racionalidad, libertad, espiritualidad, o el dominio de la naturaleza, con lo masculino. No cierren aún la página porque en realidad esto tiene que ver bastante con la división del trabajo por sexo.

A partir de aquí vemos que se asocian desigualmente ciertas cualidades o disfunciones a lo masculino y lo femenino. Por ejemplo: en base a la maternidad se establece que la mujer tiene dotes para los cuidados pero entraña debilidad física. Asociaciones esencialistas que derivan en que a las mujeres se las emplee en el sector de la limpieza, la enfermería, la enseñanaza, el trato público (esto responde también a otras cosas). Estas asociaciones se retroalimentan con los comportamientos aprendidos, los temperamentos mediados por las mismas relaciones sociales y, tienen en la enseñanza el factor clave de esta futura empleabilidad.

Que haya más chichas en humanidades que en ciencias es producto de esto; que éstas desarrollen el lenguaje a menor edad, afectividades mayores, se acicalen hasta la mutilación o que no se decanten por trabajos que exijan ejercicio físico son consecuencias de ese constructo artificial llamado género.

Se burla mucho esa agencia que limpia, fija y barre el suelo con la lengua castellana de la propuesta de usos paralelos de los términos aplicando el masculino y femenino sistemáticamente (que ya vemos que no son sólo categorías lingüísticas) a los todos sustantivos que dominan el habla cotidiana. Digo que esta entidad barre el suelo con la lengua castellana porque abraza extranjerismos cuando ya existen palabras para dichas designaciones en nuestra lengua; porque admite jergas que se imponen con el uso generalizado; porque acoge eufemismos que se reinventan constantemente para evitar la carga connotativa que tienen muchos empleos, enfermedades o situaciones como la muerte o el parto, pero claro, decir azafato (ya me lo señala el corrector ortográfico) es una abominación, ¿verdad?

Se transforman constantemente los términos para designar los puestos laborales de connotaciones con carga negativa: técnico reponedor de productos lácteos para decir lechero o técnico de servicio de limpieza (urbana) para decir: barrendero o limpiador.

Se pasa del decir decimonónico demente, a deficiente mental cuando lo que técnicamente se define como imbécil: retraso mental definido por un cociente intelectual comprendido entre 20 y 50. Se toleran las cursilerías pero no supuestas horteradas como azafato.

Las propuestas de reforma lingüística buscan principalmente que hombres y mujeres no se encuentren en desventaja en los sectores en los que habitualmente no son protagonistas. Las principales políticas de igualdad se encaminan a que se cree una cuota de empleo de un tanto por ciento obligatorio, reservado al sexo menos representado en dicho sector (de la misma forma que se hace con los discapacitados). Por este camino los empleos como azafata con la casilla de “varón“ marcada pasarían a ser “azafato”, “doctora”, “bedela” o “amo de casa” y tan tranquilos. Y esto no es tan raro señores; Baroja ya aplicaba esta regla sin darse cuenta escribiendo ingeniera cuando ésta no estaba reconocida.

Ahora bien, esto no causa tanto problema en las lenguas declinables o de nueva factura como el euskera o el alemán, pero si queremos ponerle trabas porque nos resulta terriblemente incómodo e irracional (cuando la regla está ahí y ya la aplicaba Baroja con sus “ingenieras” del siglo pasado). Principalmente es una cuestión de hábito.

Así podríamos seguir con los permisos de paternidad, la ruptura de los llamados techos de cristal en las esferas de poder para las mujeres, etc…Pero eso es aún más difícil y por ello se crean las políticas de paridad: en puestos de gran relevancia y a ser posible públicos, se prefiere la paridad para dar ejemplo a la sociedad. En labores de alta especialización, a mi juicio no debe ser el sexo un factor determinante, pero ya que las reformas no comienzan nunca desde abajo habrá que empezarlas por algún lado.

Parecerá una tontería, pero si cada vez que una mujer alcanza un puesto de superioridad laboral se justifica su ascenso con un “satisfactorio ejercicio de rodilla”, tal vez las medidas drásticas sean lo más oportuno.

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