El ministro de Salud de Japón califica a las mujeres de máquinas de procrear
Resulta curioso lo semejantes que son los axiomas del ministro japonés y La Pantoja; exclamaba ésta en un reportaje de cotilleo que los seres humanos hemos venido al mundo a emparejarnos y procrear (redoble de tambores). Es decir, que todos vosotros, guarrillos y guarrillas, no sólo realizáis actos contra el espíritu cristiano, sino contra vuestra condición biológica de no híbridos (nada de liarse con cuadrédos ni bípedos plumíferos) y mecanismos de producción industrial.
Y ya que estamos, voy a comentar otro asalto medievalista a la razón. Estaba yo mesandome la barbilla pensando en el sujeto cartesiano autoconstituyente cuando ha irrumpido en mi cavidad craneal la ruidosa detonación: “sartén”. Pero tranquilos, que no ha sido a causa de mi condición femenina por lo que se ha cruzado esa palabra en mi camino, sino que todavía tenía residuos de lo que había estado rumiando la tarde anterior; y es que clamaba al cielo tal acumulación de estupidez académica.
Si echan un vistazo al País Semanal de este fin de semana podrán encontrar un maravilloso artículo, bastante razonable para lo acostumbrado, sobre las diferencias entre el cerebro femenino y el masculino.
Lo primero que se me ocurre es que, viendo lo poco pertinente que es el ARTE en muchos casos, la ciencia no está ni mucho menos a salvo de gastar el dinero de los contribuyentes estúpidamente. El caso es que, según un estudio *cientifico* -de esos que molan porque están llenos de polisílabos con prefijos griegos- los juguetes que eligen machos y hembras, crean cisma entre sí, pero no están mediados socialmente ni su juego constituido históricamente, porque el estudio está realizado con monos (redoble de tambores y fuegos artificiales). Yo me pregunto, con toda la seriedad que me queda en estos casos, si los juguetes en cuestión: sartén y muñeca - pelota y coche, están mediados “socialmente” en los monos. Por que si no, deducir conclusiones socializadoras: las mujeres tienden por naturaleza a la cocina y cuidar niños y los hombres al deporte y la conducción de automóviles, es algo rotundamente estúpido. Segundo: si a un mono hembra le gusta una sartén más que una pelota ¿tiene ello más implicaciones que las anamórficas (cosas que parecen otras cosas según el sujeto que las mira) o una afinidad plástica para con los instrumentos manejables (sartén) y los objetos monomórficos (evitemos por respeto la doctrina antropocéntrica)?
¿Deberían los monos, en tanto que tienen un proceder de género (las monas cocinan-los monos conducen trailers) reformar su sistema interrelacional con miras a la emancipación?
¿Deberíamos dejar que los monos continuaran con su distribución del trabajo por sexo o devolverlos a la selva?
No sé, tal vez que éstas son cuestiones para un psico-veterinario.