lunes, octubre 01, 2007

La Heteronorma: género, deseo y prácticas sexuales en la representación

Dentro de la ideología y política patriarcal se encuentra la construcción terminante que hacen las sociedades respecto de la sexualidad y la manera correcta de ejercerla. Este proceso concreto es lo que entendemos como heteronorma.

Partimos del hecho de que en la inmensa mayoría de las sociedades existe un discurso político y religioso con un sustrato ideológico común patriarcal, que ha sobrevivido con variaciones de forma a lo largo de la historia. Éste sistema de creencias predica la llamada heteronorma, es decir: la sexualidad realizada entre una pareja compuesta por miembros de sexos opuestos. Aparejada a esta forma de proceder sexualmente se añaden otras prescripciones básicas como la monogamia; vínculo que históricamente ha sido entendido como la forma más fiable que tiene elvarón de controlar su descendencia.

Existen otra serie de ideas secundarias sobre la sexualidad heterosexual monógama como es proyectar en ésta la jerarquía de género, para la cual algunas religiones tienen prescripciones específicas como por ejemplo: ser una sexualidad cuya praxis está dirigida exclusivamente a la procreación, la valoración negativa o positiva de ciertas posturas o la sexualidad pasiva y dependiente de la mujer, como bien expresaba en el mito de Lilith.

Así, además de determinarse una razón única para la sexualidad y un modelo correcto (varón - hembra), en función de una operatividad (la gestación) se establece esta funcionalidad de los seres que reivindicaba el mecanicismo y el esencialismo. En el caso de la mujer este argumento la ha determinado también ontológicamente obligándola a ser “procreadora” antes que realizarse como ser humano, dictaminando que “ser madre” es la condición indispensable y natural de “ser mujer”, y por extensión, que su sexualidad es indisociable del varón, y por último, que está subyugada al deseo de este, ignorando las demandas del propio.

Este último punto tiene implicaciones de género relativas a las definiciones sociales, donde la iconografía, los símbolos y otros mecanismos para la configuración de imágenes actúan definiendo como algo intrínsecamente sexual la feminidad. Es decir: la mujer figurada no sólo estará definida por los signos visibles de su sexo o de su estado de gestación, sino que se tratará su cuerpo en la medida en que responda satisfactoriamente a las demandas de la sexualidad masculina. Es decir: la representación pondrá especial énfasis en sus características sexuales, que pertenecen a la biología, sexualizándolas, es decir: insertándolas en un registro cultural que según un código simbólico específico produzca iconos identificables como modelos atractivos sexuales.

Además de las características sexuales específicas de la mujer, sus cuerpos al completo sufrirán un proceso de selección previa para entrar en dicha categoría de atractivo sexual. En éste, otras coordenadas como la edad, la salud o la enfermedad, la tonificación o la laxitud de la musculatura o la pigmentación de dichos atributos sexuales, determinarán esta valoración sexual; sobre ellos se aplican simbolismos que repiten lo sexualmente deseable: “pureza” cuando están buscando virginidad, “vanidad” cuando quieren decir belleza, “maldad” cuando se refieren a la iniciativa sexual.

A este proceso de evaluación de los cuerpos se le ha solido llamar canon de proporciones o belleza, algo que desde todos los registros artísticos se ha asociado, como decimos al cuerpo de la mujer por la intención de valorar lo que más interesa de ella.

La belleza formal es así mismo una categoría cultural ideologizada, flexible y muy variable según en qué coordenadas del globo nos encontremos, pero suele hallarse una costumbre común a todas ella,s y es identificarla con la mujer; con un modelo determinado de mujer que en ese momento concreto refleja la sexualidad permitida.


Para ilustrar este proceso de sexualización del cuerpo de la mujer me ayudará la peliaguda cita de Kenneth Clark:


“ningún desnudo, ni siquiera el más abstracto, debe dejar de despertar en el espectador algún vestigio de sentimiento erótico, aunque sea la sombra más somera; y si no lo hace es que estamos ante un arte malo y una moral falsa. EL deseo de abrazar y unirse a otro cuerpo humano es una parte tan fundamental de nuestra naturaleza, que nuestra noción de lo que conocemos como forma pura está inevitablemente influida por él; y una de las dificultades del desnudo como tema del arte consiste en que estos instintos no pueden quedar ocultos”



Cogida sin mayor contextualización, podría pensarse que en esta monolítica obra de la historia del arte occidental Clark está declarando que es una necesidad fundamental de la condición social del ser humano el deseo de unirse con otros cuerpos desnudos (ya que el erotismo es algo inmanente, natural y no cultural). Sin más indicadores, se podría deducir que su sexo es algo indiferente, pero no, el sexo del desnudo, por defecto es el femenino. Incluso Clark dedica partes y definiciones específicas dependiendo del sexo.

Por otra parte cabría puntualizar la recurrencia del discurso artístico a las pulsiones y los instintos como razón axiomática. Los "instintos" o "pulsiones" como argumento son herencia del léxico utilizado por Freud en sus teorías sobre el psicoanálisis. Conforme las ciencias de la fisiología y la psicología han progresado se ha puesto de manifiesto que las llamadas "pulsiones" o "impulsos" incontrolables no son más que la base de una respuesta conductual fruto de los hábitos y educación del individuo y que la fisiología no reconoce hoy día los “instintos”en el ser humano más que para casos muy particulares. Los instintos serían respuestas reflejas de tipo fisiológico que actúan sólo en periodos de la infancia más temprana; son el único recurso que tienen los recién nacidos para alimentarse y relacionarse cuando sus sentidos aún no están completamente activos.


"Relentless artistic investigation transforms woman as object into an image of unsettling beauty."
Este es un ejemplo claro y chirriante de la asociación antedicha.

Otro dato en esta obra para poner de relieve la construcción cultural del desnudo artístico es la valoración que hace el autor de las imágenes japonesas de desnudos: según él deberían reverenciar la excelencia del cuerpo humano tratándolo “como tema serio de contemplación” y no dentro de una simple escena costumbrista; lo que evidencia la prescripción puritana de encubrir con artificio y decoro lo que realmente es un desnudo para la contemplación y deleite masculino.

Estos indicadores de género en la sexualidad y el desnudo, al reproducirse en el arte, vuelven a distanciar a la mujer y a su imagen de la significación y la simbología de lo ”humano”. Lo que es más importante: al imponerse la identificación entre sexualidad, belleza y mujer en la imagen, sabiendo el poder de influencia que ejercen los iconos, ésta aprende a tratarse a sí misma como parte de ese proyecto ideal; como espectáculo visual.

1 comentario:

César R. Román dijo...

hola me gustaria estar en contacto ud., ya que me intereso mucho la nota sobre la heteronorma ya que espero le pueda interesar publicar dicha informacion en el estado de méxico.gracias!!

Creative Commons License
Esta estúpida obra está bajo una licencia de Creative Commons


Firefox 2